24 agosto - ¿Traición?

Jadeando se apoyó sobre el muro. No comprendía qué es lo que habia pasado. Solo había cumplidos con las órdenes del líder del grupo. Como siempre. Las acataba por muy extrañas o contradictorias que pudieran ser. No ponía en duda sus órdenes. Sabía que el líder emanaba esa extraña sensación de iluminado que sólo los elegidos poseían. Cuando su líder le pidió que se adentrara en las filas del enemigo y fingiera ser un traidor, no lo dudo ni un solo instante. No sabía cuáles eran los motivos que le impulsaban a dar tal extraña orden, pero siempre pensó que tendría un plan oculto que revelaría en el momento justo.
Y ahora estaba allí, junto aquel jardín judío donde se solian reunir para meditar y, ¿por qué no decirlo? también para rezar. Estaba siendo perseguido por sus propios compañeros. Aquello era totalmente incomprensible. Sabía que su plan solo era conocido por el líder, ahora cautivo, y por él. Pero eso era lago que sabía que no podía hacer entender a sus, pensó, ex-camaradas. Estaba fatigado. Más que eso estaba aturdido. Confundido. Perdido.
Recordó cómo había conducido al enemigo hacia el monte donde se encontraba el líder. Esperaba que allí empezara algún tipo de negociación extraña que no alcanzaba a comprender. Recordó cómo guió al batallón invasor hacia sus compañeros. y recordó, cada vez más extrañado, cómo su jefe, su líder, su casi-dios se entregó y, con ese gesto, también lo entregó a su grupo. Sabía que el sacrificio del líder supondría una paz (tensa) y así evitaría también el sacrificio de muchos inocentes. La muerte de uno para salvar a muchos. Pero no para evitar la suya. Sus rápidos reflejos le proporcionaron unos segundos valiosos para escapar mientras sus compañeros se sobreponían a la captura de su guía. También sabía ahora que sus compañeros no tardarían en encontrarles. No tenía vía alguna para escapar. Y, sentado junto a aquella higuera, se dio cuenta que tampoco tenía ganas de intentarlo.
De repente se dio cuenta que su jefe lo había escogido a él como su segundo. Y sabía que él también sería sacrificado para que el triunfo final fuera logrado. Su muerte serviría también de expiación de culpas. Y se sintió relajado. Y se encontró en paz consigo mismo. Y agradecido a su líder.....
Cuando escuchó los gritos de sus, hasta hacía menos de dos horas, camaradas no se sobresaltó. Tampoco opuso resistencia cuando lo golpearon como si él fuera un traidor. Sabía que no era así. Él era un elegido. Por eso se alegró cuando escuchó a Pedro decir que lo ahorcarían a él, Judas Iscariote, como un perro. Sabía que así tenía que ser.

(Imaginado y perpetrado después de dormitar el docu del National Geographic "El Evangelio Prohibido de Judas")

2 comentarios:

Anónimo dijo...

uau

Anónimo dijo...

uaau... estaba imaginando unos pandilleros o una mara sudamericana y me ha sorprendido, ciertamente lo ha hecho. Me gusta.