25 mayo - La crisis y el hermafroditismo

Normalmente, en tiempos de crisis se suele decir que no hay que hacer ascos a nada. La cosa está muy mala y un euro tiene un valor importantísimo hoy en día. El paro es el gran temor de esta sociedad y familias enteras lo están sufriendo. Se suele decir que en tiempos de crisis, los más listos se hacen ricos. Y por supuesto también los más crápulas. Aquellos que se dedican a aprovecharse de la gente necesitada y que lanzan geniales ofertas de trabajo sin ningún tipo de requisito previo. No hay que tener 2 Masters en Ingeniería. Ni siquiera una titulación académica media o superior. Nada de eso. Se suele pedir buena presencia. Y una ingenuidad que ríase usted de Pinocho o Cenicienta. Básicamente lo que suelen esconder este tipo de ofertas de trabajo maravillosas de la muerte son maravillosos cursos (de pago por supuesto) o maravillosos sistemas piramidales. Sí, esos en los que un tío se forra por que tú le digas a cuatro amigos que se metan en tal o cual asunto. Estas maravillosas empresas no ponen sus ofertas en infojobs, ni en monster ni en ningún periódico de tirada nacional. No. La ponen en farolas, paredes y marquesinas por que están buscando justamente TU perfil. Menos mal que hay algunas a las que se las ve venir desde lejos como a los amigos de la foto. Una empresa TAN buena que ni siquiera revisa sus ofertas. Lo que me encanta es el primer punto de los requisitos: ambos sexos. La verdad que una oferta tan buena tenía que ser restrictiva. O eres hermafrodita u olvídate del empleo. Solamente Marilyn Manson puede ser buen candidato. O te puedes operar.
Dios, qué país.

03-mayo - Doppelgänger

Se lo llevaron de noche. Entraron en su casa destrozando la puerta de una patada. Eran muchos. De negro, para ocultarse. Armados hasta los dientes. El grito de su mujer fue apagado de un culatazo en la mandíbula. Él, con una capucha en la cabeza, apenas podía respirar. Maniatado, en ropa interior, desconcertado...Se orinó. Lloraba y gritaba sin poder. Ahogado en su capucha. No sabía qué pasaba.
Lo arrojaron por las escaleras como un saco de patatas y lo arrastraron hasta una especie de furgón. Al menos eso parecía. La lluvia de golpes se sucedía dentro. No sabía cuántos eran. Ni mucho menos por qué le torturaban de esa manera. No era más que un albañil en paro.

La furgoneta paró. Lo sacaron a rastras y le obligaron a arrodillarse delante de los faros. A través de la capucha podía ver sombras, pero nada más. Un par de golpes más. Alguien le escupió. Allí mismo le descerrajaron dos tiros que acabaron con su vida. Y allí mismo lo dejaron tirado. Maniatado, encapuchado y con dos tiros en la nuca. Al más puro estilo ejecución.

Para mí, fue una suerte cruzarme con este pobre desgraciado. Perseguido por, podríamos decir de una forma sutil, por una organización no muy lícita y sentenciado a muerte desde hace tiempo, no pude más que congraciarme con mi suerte cuando lo vi en el autobús. Era igual que yo. Era como verme en un espejo antes de mi huida. Mi barba, mi pelo teñido y mis gafas incluso me hicieron pasar inadvertido delante de mi doble, cuando le pedí el periódico que había terminado de leer en el bar al que lo seguí. Pero yo sabía que mi disfraz no sería eterno para mis perseguidores. Así que, sin perder tiempo, empecé a urdir un plan. Un plan salvador. Y, a la vez, un plan condenatorio. Seguí a mi doble. Controlé sus movimientos durante unos días. Cuando conocí su dirección, una simple llamada puso en alerta a mis enemigos.

El resto ya lo sabéis.