22-23 julio - Pequeño

Cuando Alfredo vio que todo lo que le quedaba en la cartera eran 15 euros su cara cambió. Una enorme sonrisa se le dibujó en el rostro. Miró su reloj y vio que sólo eran las 5.30 de la mañana. Desde fuera tenía más pinta de currante que de millonario aunque su cuenta corriente tuviese varios ceros a la derecha. Pero esa noche no le importaba ya nada. Ni las reuniones, ni los informes de producción, ni los análisis de mercado... Esa noche había vuelto a ser él mismo. O quizás se había reconstruido. El hecho solo de salir con sus amigos, de despreocuparse de lo vano y centrarse en la amistad de sus viejos camaradas de juergas. De salir a tomar cervezas en vez de cenas de empresa. De decir barbaridades con sus amigos en vez de tanta compostura ni cuernos en vinagres. De hablar de cosas sublimes a la par que de cosas mundanas. Esa noche era una de esas noches en la que todo gusta. En las que todo sale bien. Esa noche era Alfredo I El Grande. Nunca, desde que se convirtió en ese empresario temido y elogiado a partes desiguales, había tenido la oportunidad de volver a sus orígenes. A su ser. Y seguía con esa sonrisa en el rostro. Y es que lo mejor de la vida son las cosas pequeñas.

2 comentarios:

Archer dijo...

Le llamaremos el relato Guadiana, porque aparece y desaparece de tu blog. :P

Me alegra que haya vuelto a aparecer.

Tytyvillus dijo...

A petición popular....