Ya era tarde. Demasiado tarde incluso para él, que estaba acostumbrado a no llegar nunca puntual. Y era justamente ese día en el que todo se había conjugado para que el mundo diera un vuelco en su rotación. Y él había vuelto a llegar tarde. De repente se vió parado, indeciso. ¿Él indeciso? Se rió para sus adentros. Jamás le había ocurrido nada igual. Y sin embargo ahí estaba, de pie, solo. Solo. Se vio reflejado en el espejo que su abuelo había traido de Cuba. Al menos eso decía. Siempre había pensado que seguramente se lo ganara a algún desesperado ludópata en una de sus timbas privadas. Pero a su abuelo le gustaba siempre fanfarronear de su época colonial. El viejo...Siempre fue un desdichado. Seguía mirándose en el espejo y comprendió que todo lo que él habia sido hasta ahora se estaba esfumando desde hace dos semanas. Justo el tiempo que hacía que la conocía. Desde el momento en que la vio supo que ya no había marcha atrás. Que toda su percepción de la realidad no era más que humo. Se miró por última vez en el espejo y no se reconoció. Inspiro profundamente y, armándose de un valor desconocido para él, abrió la puerta.
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1 comentario:
Excelente analogía...
Que toda su percepción de la realidad no era más que humo.
se te agradece...
cariños
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